Y deja el Barça porque ya no es el que era. Su compromiso es tal que, lejos de agotar el contrato que le resta y aguantar hasta la jubilación de banquillo en banquillo por España, asume su situación y deja vía libre a los que llegan, sin que la presión por su presencia se convierta en un suplicio para el gestor del vestuario. Y como un toro indultado, Puyol seguirá su camino en un terreno más agradable. Deja el ruedo en lo alto, haciendo una de las mejores carreras posibles y mandará tranquilo en otro verde, donde esperará para dejar el fútbol de corto.
Y como dijo Piqué, nunca habrá otro Puyol en Can Barça, pero lo que él ha enseñado a las generaciones venideras, hará que muchos chavales que se forman en La Masía (y en todo España) vean en él un espejo al que mirarse. Un ejemplo de esfuerzo, de valores, de trabajo, de garra, de compañerismo, de sacrificio, de pundonor y, sobre todo, de persona. Porque en el fútbol hacen falta más Carles Puyol.
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