jueves, 6 de marzo de 2014

Hacen falta más Carles Puyol

Pablo Orleans | De Puyol se ha dicho todo, o casi todo. Se va. Deja el club en el que ha pasado media vida y que ha defendido a capa y espada (y con nivel) durante más de una década. Desde su debut en Zorrilla en octubre de 1999, el de La Pobla de Segur ha sido el estandarte del mejor Barça de la historia. El capitán de uno de los equipos que mejor fútbol ha creado; el cerrojo de una puerta de oro; el pelo de Sansón; el corazón de una maquinaria perfecta. El motivador del equipo en sus horas bajas abandona el Camp Nou para, quién sabe, medir sus fuerzas en un barco de menor calado pero con las arcas llenas de oro. Y hace bien. Puyol, inteligente, deja el escudo de su vida, pero no lo abandona. Sus últimos meses en el club han catapultado una decisión natural y que 'Tiburón' tenía que tomar. Las lesiones y la edad han mermado a un futbolista cuyo potencial era el físico y cuya seña de identidad es el compromiso.

Y deja el Barça porque ya no es el que era. Su compromiso es tal que, lejos de agotar el contrato que le resta y aguantar hasta la jubilación de banquillo en banquillo por España, asume su situación y deja vía libre a los que llegan, sin que la presión por su presencia se convierta en un suplicio para el gestor del vestuario. Y como un toro indultado, Puyol seguirá su camino en un terreno más agradable. Deja el ruedo en lo alto, haciendo una de las mejores carreras posibles y mandará tranquilo en otro verde, donde esperará para dejar el fútbol de corto.

Y como dijo Piqué, nunca habrá otro Puyol en Can Barça, pero lo que él ha enseñado a las generaciones venideras, hará que muchos chavales que se forman en La Masía (y en todo España) vean en él un espejo al que mirarse. Un ejemplo de esfuerzo, de valores, de trabajo, de garra, de compañerismo, de sacrificio, de pundonor y, sobre todo, de persona. Porque en el fútbol hacen falta más Carles Puyol. 

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