jueves, 17 de febrero de 2011

No marcaste, no ganamos

Pablo Orleans | Nunca antes lo había hecho. Nunca antes había perforado la red de un buque inglés y nunca antes había podido celebrar un disparo certero en alguna de las verdes alfombras de los fuertes donde todo empezó. La cuna del fútbol no daba opción al actual profeta del balompié y miraba recelosa y de reojo al pequeño polizón de Argentina. Leo Messi tenía un objetivo entre ceja y ceja. La pulga, hambrienta de gol, llegaba a la antigua capital europea a orillas del Támesis con apetito. Su mirada reflejaba la concentración y sus piernas se empezaban a sentir fuertes. Leo sabía que podía ser el día, que podía ser la noche en la que todo cambiaba. El bate-récords sabía que, tarde o temprano lo acabaría haciendo, y que esa noche era la propicia para llevar su deseo a cabo y hacerlo realidad.

Messi, con la pólvora mojada, volvió a quedarse sin gol en Inglaterra. Foto | El País

Pero la suerte iba a jugar en contra suya. Su nerviosismo ante tal oportunidad y el precipitado movimiento de un brazo con banderín demasiado suelto, iban a ponerse en su camino y le iban a impedir hacerle sonreír. La tuvo él primero. En un mano a mano con Szczesny, el tercer portero gunner, el argentino tuvo una de las más claras ocasiones del Barça en el encuentro. Frente al joven polaco -el de Varsovia no tiene ni 20 años todavía- Leo amagó, lo tumbó y, una vez en el suelo, la semi vaselina se fue alejando del marco londinense para perderse a escasos centímetros del poste. A partir de ahí, poco hizo el astro argentino que sí fue el protagonista del pase en el gol de Villa.

Pero Messi, fiel a su forma de entender el fútbol y a su ambición dentro del terreno de juego, no bajo los brazos y lo siguió intentando en cada una de ellas, sin darse ni un minuto de relajación en cada jugada. Y la volvió a tener. Minutos después del gol, en una gran combinación azulgrana, el esférico lo recibía Pedro que, después de que su disparo diese en el cuerpo del portero del Arsenal, llegó a Messi que remataba de cabeza traspasando la línea de cal. Una acción que, además de haber supuesto el segundo tanto del Barça de la noche encarrilando perfectamente una eliminatoria en campo ajeno, habría supuesto el merecido premio para Lionel. Con ese tanto, el argentino habría echado tierra encima a sus pensamientos más profundos y habría respirado aliviado.

Pero no pudo ser y fue el Arsenal el que se acabó llevando el gato al agua. Messi salía una vez más cabizbajo de un estadio inglés. La derrota de anoche escocía, más si cabe, por la imposibilidad de ayudar al equipo con un tanto. La pólvora de Leo estaba mojada mientras sus intenciones eran más ambiciosas que nunca. El Barça lo necesitaba y el necesitaba el gol. Pero Messi no marcó y el Barça no pudo ganar. Un efecto mariposa que esperemos se resuelva a la perfección -como el pasado año ante los gunners- con un póker de goles en favor del argentino. 
   
Imagen | El País
       

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