jueves, 5 de noviembre de 2009

DOMINIO SIN PREMIO

Pablo Orleans | El Fútbol Club Barcelona tiene una viuda negra. Puede parecer que simplemente sea una casualidad, producto de un azar que pocas veces se repite en este mundo del fútbol. Puede parecer que el frío helado de la Rusia habitada más septentrional (y central) y el mal estado del terreno de juego (duro e impracticable) sean la excusa perfecta para un equipo que, a pesar de intentarlo durante los 90 minutos, sin descanso y asumiendo verdaderos riesgos, no ha servido para nada y no han podido conseguir el premio final. Ni una cosa ni la otra. El problema que ha habido es únicamente que el Rubin -de Kazán- le tiene cogida la medida al Barça -de Guardiola-. Con un planteamiento táctico muy ordenado y con las ideas bastante claras ya desde el primer minuto de juego el conjunto ruso sabía cómo entorpecer el juego del Barça. Y lo ha conseguido.

El 0-0 en el marcador final no refleja, de ningún modo, lo que se ha vivido en el estadio Centralny de Kazan. El Barça ha dominado, de principio a fin el encuentro. Ha sido el único que ha buscado el gol, el único que lo ha intentado desde todos los ángulos, desde todas las distancias y el único que no ha encontrado lo que buscaba. Los rusos, desde un inicio, han jugado a lo que querían. Cerrados atrás, a la espera de un contragolpe que cogiese desprevenida a la zaga azulgrana, el Rubin ha jugado un partido correcto, nada vistoso y usando sus bazas: el frío, el mal estado del terreno de juego y los posibles fallos defensivos del Barça.


Messi, Ibrahimovic, Iniesta, Xavi, Keita, Henry, Touré o Alves han sido incansables ante la meta local. Una y otra vez triangulaban, la tocaban, lo intentaban y no conseguían nada de nada. Ni por alto ni por bajo, ni de cerca ni de lejos. Cuando no era el meta local, era un defensa inoportuno -haciendo bien su trabajo, por supuesto-. Cuando no era ajeno al equipo culé, era por el poco acierto de cara a portería. Un pie mal colocado, un mal remate con la testa o un pase menos preciso de lo habitual han sido otros impedimentos para que el gol se sumase al casillero visitante.

Hoy no parecía el día de los de Pep. No parecía que el Barça, durase lo que durase el partido, pudiese abrir un autobús agolpado bajo los palos de Kazán. El muro ruso levantado durante el encuentro, el telón humano que impedía pasar el gélido frío de esas tierras, ese amasijo de carne y huesos que no dejaba pasar ni a una pulga, a nuestra pulga. Hoy tampoco ha sabido el argentino cómo abrir el hueco imposible que le diera a su equipo el más que merecido premio que se han 'currao' durante más de hora y media de encuentro, en unas condiciones más insoportables de lo que cualquiera de nosotros podemos imaginar sentados en nuestro sillón con el termostato con la aguja en el 21.


 CON LA AYUDA DE DIOS
Puede ser que esta misteriosa adaptación del equipo ruso al juego del Barça y su fácil neutralización de las armas más peligrosas del equipo catalán no sólo sea por un mero orden en sus filas y un adiestramiento casi militar para conseguirlo. Que el míster ruso se agarre a un rosario y rece en cada momento, en cada jugada, como si le fuese la vida en ello, suena un poco raro. No porque sea creyente ni porque lo lleve agarrado con fuerza, sino porque es muy extraño que el único equipo que le ha plantado, de verdad, cara al conjunto blaugrana y que ha sabido ganar y empatar en dos partidos al, presumiblemente, mejor equipo del mundo es extraño. Ya no sé si Dios estará e su lado. No sé siquiera si existirá dicho Dios. Lo que sí sé, es que, por si acaso, mejor no blasfemar demasiado...
  
Imagen | As.com
 

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