Pablo Orleans | Se reunían dos equipos ambiciosos, de esos que buscan en todo momento la victoria y no cesan en sus intentos ofensivos. Unos, dirigidos por sus cerebros y acompañados por su extrema calidad; los otros, alentados por su afición y esperando encontrar, en su rapidez en bandas, el arma de perfecta estocada. En las pequeñas áreas técnicas de línea discontinua, dos estrategas, dos entrenadores con caminos distintos. Pep "el joven", llegó, vio y venció. Un técnico sin apenas experiencia, que ya apuntaba maneras cuando portaba el cuatro a la espalda en Can Barça y participaba activamente en las charlas del equipo portando el brazalete de capitán. En una temporada lo alcanzó todo. Por otro lado, Gregorio "el experimentado", jienense con carrera dilatada (entrenando desde 1983) y una década de consolidación en la élite que le ha colocado como un imprescindible en los banquillos de Primera. Entre ambos, mediando en el choque y nombrado por el desafortunado papel de protagonista que adquirió, Mikel "el ciego" Pérez Lasa. Un consolidado colegiado que, con un criterio especial, desquició a propios y extraños mostrando una actuación típica pero diferente, pues con él, todos salieron perjudicados.
El fútbol de toque lo puso, como casi siempre, el Barça. Con Xavi e Iniesta en la medular, el conjunto de Guardiola tomó las riendas de un partido loco, alterado por un bravo Sevilla que saltó al terreno de juego animado por el aliento de un Sánchez Pizjuán pletórico, lleno de emoción y esperando una de las sorpresas de la jornada. Frente al imperativo raso de control culé, la velocidad por banda la ponían los de El Profesor. Capel y Navas escoltaban por banda a un almohadillado Negredo, haciendo un triplete veloz aunque inconexo con las zonas medias del equipo hasta la entrada de Kanouté en la segunda mitad. Aún así, a pesar del conflicto entre velocidad y control, la nota discordante de lo que empezaba a ser un clásico habitual de la Liga, venía con nombre y apellidos: Miguel Ángel Pérez Lasa. El extraño individuo, suministrador de material de construcción entre semana en tiempos de crisis inmobiliaria, apareció con una actuación sublime, digna del mejor reparto cinematográfico de la que él mismo es experto y revolucionó un partido ya alterado de inicio.
Entre sus innumerables errores, un gol anulado a Messi, un penalty obviado a Zokora de Alves, la expulsión de Abidal, las expulsiones de un frustrado Fernando Navarro o un exacerbado Martín Cáceres (curiosamente dos ex barcelonistas -quién sabe si envidiosos por no poder formar parte de la plantilla de Pep-), el penalty de Navas a Bojan (se vuelve a cumplir la nefasta defensa de un delantero...) y un sinfín de errores menores que acabaron por desquiciar, enfrentar y endurecer un choque calentito de por sí que acabó con un lesionado y varios magullados.
Sobre el partido, una de las jugadas gemelas del Barça acabó con Bojan y el esférico tocando las mallas del cuadro de Javi Varas. El empate llegó en la segunda mitad, cuando la paciencia de Negredo la aprovechó Navas para adelantarse de cabeza a Piqué y obligar a Abidal a una impotente estirada. Así, el juego duro del Sevilla fue una constante en un encuentro marcado por una frenética lucha cuerpo a cuerpo en la que ambos conjuntos acabaron exhaustos y con un total de siete escasas tarjetas, sobre todo los hispalenses que, con cinco en su haber, salieron impunes de algunas jugadas delincuentes. Pues bien, el empate a uno final acerca a culés y merengues que, a cinco puntos de diferencia, disputarán las últimas diez jornadas de la Liga BBVA de una forma más competida, ¿o no?
Imagen | Eduard Omedes (Mundo Deportivo)